Me gusta el silencio. Silencio somnoliento en el aula, a primera hora; silencio en la playa desierta, en pleno invierno; silencio nocturno en casa, descalzo sobre las alfombras y la madera tibia, con el mundo dormido y un libro que te espera sobre la cama. Puedes estar muerto de sueño, pero no quieres que termine el día sin tu dosis de ocho o diez páginas suculentas, lejos del mundanal ruido y de la tiranía de la caja tonta. Ocho o diez páginas diarias de las que ya no puedes no quieres prescindir.
Como dice Ferrín, cada uno escoge sus adicciones.
Palabras en la arena, José Ramón Ayllón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario