M.
El día que llegué a mi nuevo instituto, no iba con ganas de nada.
Después de lo de mi madre, lo único que deseaba era ir a buscarla, sea donde sea que halla ido. No nos puede haber abandonado a mi padre y a mi de esta manera tan cruel. Necesitaba razones, respuestas.
Pero papá me obliga a venir al instituto y a estudiar, así que si por lo menos le puedo ayudar con esto, supongo que tendré que aguantarlo. De todas formas sé que al final acabaré estudiando Bellas Artes. No necesito ni a Einstein ni a Becquer ni a ningún otro cerebrito que me enseñe birguerías con números ni letras, teniendo un lápiz y un papel, y la imaginación de mi parte.
La clase no tenía nada de particular. Como todas, con su gran pizarra y las típicas mesas verdes de toda la vida... Estaba llena de la gente de siempre: las pijas que no pueden con el maquillaje que llevan encima, los chulos y prepotentes ''deportistas'' que lo único que saben hacer es fardar de musculitos y dinero, los dos o tres friquis, el par de empollones... y yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario